miércoles, 25 de julio de 2018

Los cerebros de quienes comparten un espacio para escuchar música se sincronizan | Por el Dr. Carlos Logatt Grabner

Los seres humanos estamos configurados por defecto para ser sociales. Por esta razón, cuando compartimos música en vivo con otros nuestras ondas cerebrales se sincronizan y se genera una mayor sensación de disfrute del espectáculo.
Escuchar música nos emociona y nos da placer. De hecho, es común ver a las personas con sus auriculares, disfrutando de sus temas favoritos. Sin embargo, parecería que este regocijo no se puede comparar con la recompensa que nos otorga nuestro cerebro cuando compartimos un concierto en vivo junto con otros.

Los seres humanos somos criaturas sociales. Desde tiempos inmemoriales hemos danzado al ritmo de los sonidos y gozado de la sensación de estar unidos a los demás.

Los investigadores del Instituto Neurológico de Montreal mostraron que el secreto de las respuestas emocionales que vive nuestra UCCM (Unidad Cuerpo Cerebro Mente) se encuentra en la liberación del neurotransmisor dopamina y en la activación del circuito de recompensa, implicado en la respuesta de placer, anticipación del mismo y en mantener o reforzar los comportamientos que son biológicamente necesarios para la supervivencia. 
Para ir un poco más lejos en la comprensión de cómo nos afecta la música, científicos del Western University de Londres, liderados por la neurocientífica Jessica Grahn, indagaron sobre si para nuestro cerebro es lo mismo escuchar un concierto en vivo o no, y si es lo mismo en grupos numerosos o pequeños.
Para su trabajo, dividieron a los participantes en grupos de 20 personas para que experimentaran momentos musicales de tres maneras diferentes: algunos grupos vieron un concierto en vivo junto con una gran audiencia; otros, una grabación de un recital acompañados también por varias personas y, finalmente, otros observaron la grabación con sólo unas pocas personas más. Cada participante llevaba puesta una gorra con electrodos que permitían medir sus ondas cerebrales.
De esta manera, los investigadores pudieron observar que las ondas cerebrales delta de los miembros de la audiencia que vieron la música en vivo estaban más sincronizadas que las de las personas de los otros dos grupos. De hecho, las ondas cerebrales delta caen en un rango de frecuencia que corresponde aproximadamente al ritmo de la música, lo que sugiere que el ritmo impulsa la sincronicidad. Es decir, cuanto más sincronizado estaba un miembro del público en particular con los demás, más conectado se sentía con los artistas, compañeros y mayor era su sensación de disfrute del espectáculo.
Esto último se debe a que vivimos el hecho de compartir con otros un espacio musical en vivo como una forma de socializar, algo que se sabe despierta neurotransmisores del placer por la cualidad altamente social que caracteriza a nuestro cerebro.
Este estudio puede unirse al realizado por Patrick Fagan, profesor en la Universidad Goldsmith en Londres, quien encontró que con ver sólo 20 minutos de un show la sensación de bienestar aumenta en un 21% en las personas. 
Reflexionando un poco, tal vez no sea posible ir a conciertos muy seguido. Sin embargo, aunque la recompensa pueda ser un tanto menor, todos podemos disfrutar de la música cada día, algo que resulta siempre beneficioso para toda nuestra UCCM.

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