Escuchar
música nos emociona y nos da placer. De hecho, es común ver a las
personas con sus auriculares, disfrutando de sus temas favoritos. Sin
embargo, parecería que este regocijo no se puede comparar con la
recompensa que nos otorga nuestro cerebro cuando compartimos un
concierto en vivo junto con otros.
Los seres humanos somos
criaturas sociales. Desde tiempos inmemoriales hemos danzado al ritmo de
los sonidos y gozado de la sensación de estar unidos a los demás.
Los investigadores del Instituto Neurológico de Montreal mostraron que
el secreto de las respuestas emocionales que vive nuestra UCCM (Unidad
Cuerpo Cerebro Mente) se encuentra en la liberación del neurotransmisor
dopamina y en la activación del circuito de recompensa, implicado en la
respuesta de placer, anticipación del mismo y en mantener o reforzar los
comportamientos que son biológicamente necesarios para la
supervivencia.
Para ir un poco más lejos en la comprensión de
cómo nos afecta la música, científicos del Western University de
Londres, liderados por la neurocientífica Jessica Grahn, indagaron sobre
si para nuestro cerebro es lo mismo escuchar un concierto en vivo o no,
y si es lo mismo en grupos numerosos o pequeños.
Para su
trabajo, dividieron a los participantes en grupos de 20 personas para
que experimentaran momentos musicales de tres maneras diferentes:
algunos grupos vieron un concierto en vivo junto con una gran audiencia;
otros, una grabación de un recital acompañados también por varias
personas y, finalmente, otros observaron la grabación con sólo unas
pocas personas más. Cada participante llevaba puesta una gorra con
electrodos que permitían medir sus ondas cerebrales.
De esta
manera, los investigadores pudieron observar que las ondas cerebrales
delta de los miembros de la audiencia que vieron la música en vivo
estaban más sincronizadas que las de las personas de los otros dos
grupos. De hecho, las ondas cerebrales delta caen en un rango de
frecuencia que corresponde aproximadamente al ritmo de la música, lo que
sugiere que el ritmo impulsa la sincronicidad. Es decir, cuanto más
sincronizado estaba un miembro del público en particular con los demás,
más conectado se sentía con los artistas, compañeros y mayor era su
sensación de disfrute del espectáculo.
Esto último se debe a
que vivimos el hecho de compartir con otros un espacio musical en vivo
como una forma de socializar, algo que se sabe despierta
neurotransmisores del placer por la cualidad altamente social que
caracteriza a nuestro cerebro.
Este estudio puede unirse al
realizado por Patrick Fagan, profesor en la Universidad Goldsmith en
Londres, quien encontró que con ver sólo 20 minutos de un show la
sensación de bienestar aumenta en un 21% en las personas.
Reflexionando un poco, tal vez no sea posible ir a conciertos muy
seguido. Sin embargo, aunque la recompensa pueda ser un tanto menor,
todos podemos disfrutar de la música cada día, algo que resulta siempre
beneficioso para toda nuestra UCCM.
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